A partir de un análisis de las figuras “mediáticas” de Jorge Rial y Ricardo Fort, el autor nos da su opinión sobre la relación entre cultura de masas y cultura de élites.
Hace unas semanas se produjo un interesante episodio entre Jorge Rial -periodista dedicado a temas de lo que se conoce eufemísticamente como "la farándula" pero que versan sobre chismes de los "famosos": artistas, gente del espectáculo, celebrities, etc.- y el rector de la Universidad Nacional de La Pampa. La autoridad académica prohibió la realización de un espectáculo protagonizado por Rial en su Aula Magna.
El asunto se resolvió con salvas al aire de las dos partes: a la deliberada displicencia del rector siguió la verborrea agresiva, cobarde y grosera del periodista. Es justificada y razonable la decisión del rector (no lo es tanto que el recinto haya sido empleado anteriormente para presentar espectáculos de revista).
Uno siempre tiende a preservar los recintos que considera sagrados de posibles profanaciones (la pérdida de esa sacralidad está en el origen de la crisis de nuestras universidades).
Sin embargo, una intervención de Rial en el claustro universitario a modo de conferencia o mesa-debate (es decir, según criterios académicos) habría sido una buena ocasión para que dos mundos opuestos se pusieran en contacto. Sin dudas, le sería más difícil al protagonista cobrar entrada y llevarse un buen cachet, pero el contrapunto habría resultado de gran interés.
Es tradicional y generalizado el desprecio de la academia hacia algunas manifestaciones de la cultura popular. Esto fue analizado y criticado por Umberto Eco en un libro publicado en la década de los sesenta (es decir, cuando escribía cosas interesantes y valiosas): Apocalípticos e integrados.
Eco revisaba allí, entre otros temas, los conceptos de alta, media y baja cultura, y hacía foco en las actitudes que generaba la cultura popular entre los intelectuales: tanto las de quienes ven una irreversible decadencia de las formas culturales como las de quienes no están dispuestos a hacer distinciones cualitativas entre sus diversas expresiones.
Se podría pensar que el rechazo a la cultura popular es más propio de los intelectuales de derecha, en razón de sus creencias aristocráticas o elitistas. Esto es cierto, pero sólo a la mitad. La misma actitud se encuentra en la izquierda, que construye una ficción idealizada del pueblo y sus manifestaciones culturales.
Así, desarrolla un prejuicio similar, en el que una "alta cultura popular" sería la expresión más genuina, expresiva y militante, que una "baja cultura", hecha con criterios comerciales, masivos y de explotación. De acuerdo a esta perspectiva lo "propiamente popular" sería la música de Mercedes Sosa o Silvio Rodríguez, y no la cumbia villera, el reggaeton, Ricky Martin, Luis Miguel o (¡uf!)? Ricardo Arjona.
La cultura popular es lo que es y frecuentemente no agrada a los intelectuales. En ocasiones éstos tienen toda la razón, y se trata de formas de disolución cultural, de destrucción de la sensibilidad moral y/o artística (frecuentemente van de la mano) o de fenómenos que podrían calificarse de anticulturales.
En cualquier caso, los estudiosos no pueden sustraerse al análisis de lo que muestra la cultura popular, por muy degradada que parezca: ésta nos aporta un valioso conocimiento sobre las valoraciones y los gustos de los sectores populares, al revelar sustratos más profundos de actitudes y preferencias personales. Hubiera sido por ello interesante un diálogo entre Rial y los universitarios.
La cultura popular genera fenómenos curiosos que merecen un análisis. No hacerlo es perder oportunidades como la que hemos comentado antes. Es el caso de Ricardo Fort y sus aspiraciones de convertirse en una celebridad. Heredero millonario de una tradicional empresa de golosinas, Fort emplea su fortuna para devenir "famoso", un personaje de la farándula.
Para ello hace ostentación de gastos exorbitantes y artículos de lujo, mantiene una corte de modelos y guardaespaldas, exhibe gustos y costumbres excéntricas, fuertemente hedonistas, pretende poseer dotes artísticas y no ha dudado en someterse a una alucinante serie de cirugías plásticas para transformar radicalmente su aspecto (recuerda a Orlan, esa artista mediocre que aspiraba a hacer de las intervenciones quirúrgicas sobre su cuerpo una obra de arte).
La intensidad de la exposición mediática de Fort (en parte financiada por él mismo) lo ha convertido en un (pequeño) fenómeno digno de estudio. La gente quiere ver qué pasa con él: qué hace, qué dice, con quién se relaciona.
Ni el desprecio, ni la burla, ni el odio sirven para explicar este interés. La sintonía entre el gran público y el personaje sólo puede darse desde dos actitudes, que están relacionadas entre sí: identificación y emulación. Fort es visto como alguien que se identifica con las personas o que representa la realización de sus aspiraciones.
Teniendo en cuenta que la mayoría de los argentinos no solamente están lejos de la opulencia y la abundancia sino que viven en la precariedad y constituyen una clase media depauperada (la ostentación de Fort debería ser una verdadera afrenta, en una sociedad razonable), sólo sirve explicar el fenómeno apelando a la emulación.
Entonces ¿por qué gusta tanto? Porque encarna la realización de aspiraciones que en realidad son caprichos infantiles y por tanto, esencialmente individualistas. Representa la satisfacción a cualquier precio del puro deseo: incluso está dispuesto a alterar el orden usual de la consagración: obtiene fama (a golpe de chequera y exhibicionismo) para después (intentar) mostrar algún probable talento artístico.
Fort es popular porque hace lo que le da la gana, lo exhibe y no tiene inhibiciones ni escrúpulos por ello. No parece tener límites: amigos, mujeres, hijos, fama; todo está dispuesto a pagarlo. No hay talento, no hay oficio ni profesión de nada, no hay arte. Es lo que muchos argentinos quisieran poder hacer.
En realidad, todos quisiéramos hacer lo que nos dé la gana: el problema aparece cuando nos preguntamos por las ganas de hacer qué. Al mostrar estas preferencias, la Argentina aparece como un país del deseo, de la pulsión individual, que es algo radicalmente diverso del proyecto, de la empresa colectiva y mancomunada.
No es para nada casual que en el programa de Tinelli, Ricardo Fort haya interpretado, junto a la vedette de turno, disfrazada de Evita, al lamentable Che Guevara, quien disfrazó sus tendencias y deseos individuales en forma de gran proyecto humanitario y revolucionario.
Las teorías de la sospecha podrían apuntar a la deconstrucción perversa de una épica, al ridiculizar los personajes históricos sustituyéndolos por figuritas de cotillón. Ahorrándonos la pedantería maliciosa, parece más razonable pensar que ni uno ni otro representado tiene la suficiente estatura para ser un héroe. Fort puede representar al Che y no parece en absoluto una irreverencia. Todo un síntoma.
Por Héctor Ghiretti - Abogado. Profesor universitario
FUENTE DIARIO LOS ANDES
Bla... Bla... Bla...
ResponderEliminarRicardo, te queremos pero no por tu dinero. Tu dinero te pertenece, y no influye en nuestro cariño. Es tuyo. Vos, en cambio, ya sós nuestro.
Te queremos porque sos espontáneo, porque nos caés bien, porque sos carismático y porque cantás muy bien.
El que redactó este artículo, es un tipo con muchas ganas de escribir y posiblemente tenga muchos conocimientos, pero no te conoce y por lo tanto no puede explicar el fenómeno que se produce cuando te vemos. Y tal vez tampoco sea capaz de sentir lo que nosotros, tus fans, sentimos. Por eso dice lo que dice.
Bla bla bla??? jaja Hilda eso es unico que se te ocurre? definitivamente este articulo esta en lo cierto. La gente que lo sigue, sigue ese deseo inconsciente de infantilismo.
ResponderEliminarY obviamente lo va a negar con cosas como: "no importa, ellos no te conocen" jaja como si ustedes realmente si
le aplaudo a este profesor universitario
ResponderEliminarme parece acertado su vision, coincido plenamente
Al anónimo que se rie porque disiente conmigo le digo que es libre de pensar lo que quiera de mi y de todos los que admiramos a Ricardo Fort, pero le recuerdo que si tiene ganas de hablar mal de él que vaya a otro sitio, que éste no es el lugar indicado. No, señor, aquí no. Este lugar se llama FANS DE FORT y por lo tanto es para quienes ADMIRAMOS al Sr. Ricardo Fort. Aquí, señor, Ud. no tiene nada que hacer.
ResponderEliminarLo que quise decir NO ES QUE YO LO CONOZCA PERSONALMENTE al Sr. Fort, pero hay mucha gente que percibe su carisma y otros incapaces de percibirlo, y el que escribe, puede que sea de estas últimas personas o tal vez escribió el artículo y jamás lo oyó cantar. No sería la primera vez que alguien escribe un artículo de algo que no vio nunca.
De ahí es mi bla bla bla... no merece más que eso. Además, tengo derecho, tanto como Ud., de opinar lo que se me antoje de ese señor.
Ahora una pregunta.... el artículo lo escribió Ud, que tanto lo defiende?
Eatos tipos que se hacen los intelectuales , el Sr .anonimo , y
ResponderEliminartodos los que se cuelgan de RICARDO FORT , para llamar la atencion por unos segundos ..( porque ya esta , lo leimos y ??? ) chau muchachos vayan a tirar veneno a otro lado ...porque este espacio es nuestro y se llama FANS DE FORT ,
Uds... no tienen nada que hacer aca .! ME ENTENDES ANOOOOOOOOOONIMOOOOOOOOOOOOOO ?????????????? . Nelida.
Sí, Nélida, tenés toda la razón, esa gente son sólo Intrusos en este lugar... que se vayan con la música a otra parte, que aquí no los necesitamos. Ni tampoco necesitamos que nos psicoanalicen.
ResponderEliminarNos critican nuestra admiración por Ricardo, y a la mayoría de los hombres de nuestro país jamás nadie los psicoanaliza por amar desmesuradamente a todo un equipo de fútbol.
ResponderEliminarA esos hinchas a ningún hombre se les ocurriría darles el apodo de infantiles. ¿Entonces, por qué discriminarnos si, después de todo, nosotras amamos a Ricardo mientras ellos se vuelven locos y son capaces de llegar a matarse por la camiseta de su partido?
¿Será que realmente todo es según el color del cristal con que se mire?
SI SON IDIOTAS IGUAL QUE USTEDES
ResponderEliminarEspero que te des cuenta que hay otros lugares para despotricar contra nosotras, las fans de Ricardo Fort.
ResponderEliminarRepito lo de siempre, aquí no tenés nada que hacer. Pedile a Jorge Rial que te conceda una entrevista. Tal vez le parezcas interesante para su programa.
Yo a vos no te voy a insultar llamándote idiota, porque soy una persona educada. Lo puedo pensar, ya que mi pensamiento es libre, pero no lo digo porque te repito, tengo una buena educación, algo de lo que vós carecés.