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Ricado Fort habla de cómo salvó la vida de su hija



El hombre del momento y la conmovedora historia de sus mellizos de 6 años. Los tuvo en California, alquilando un vientre, presenció el parto y les cortó el cordón umbilical.

Se habla de su dinero, de su sexualidad, de sus noches de fiesta y de su destape en ShowMatch.

Pero hay un lugar donde Ricardo Fort (42) deja de ser Richard, Ricky, el Señor Fort, Mr. Chocolate, o como quiera llamársele. En el penthouse del piso 21 de Barrancas de Belgrano, Ricardo Fort es, simplemente, papá.

Los mellizos Felipe y Marta nacieron hace seis años en el estado de California, Estados Unidos.

Unos años antes, Ricardo había madurado lo suficiente como para ser padre, pero no encontraba a la mujer que le permitiera cumplir su máximo deseo.

Si querés leer más de esta nota que aparece en la edición de esta semana de revista Paparazzi,seguí leyendo:

“Salvé la vida de mi hija haciéndole respiración boca a boca”

El hombre del momento y la conmovedora historia de sus mellizos de 6 años. Los tuvo en California, alquilando un vientre, presenció el parto y les cortó el cordón umbilical. ¿Cómo son? ¿A qué juegan? ¿Cómo es su vida? Dos custodios y tres niñeras los protegen las 24 horas, pero su mejor compañía es su padre. “Felipe y Marta son lo único que me hace sentir verdaderamente afortunado”, asegura Fort.

Se habla de su dinero, de su sexualidad, de sus noches de fiesta y de su destape en ShowMatch. Pero hay un lugar donde Ricardo Fort (42) deja de ser Richard, Ricky, el Señor Fort, Mr. Chocolate, o como quiera llamársele. En el penthouse del piso 21 de Barrancas de Belgrano, Ricardo Fort es, simplemente, papá. Los mellizos Felipe y Marta nacieron hace seis años en el estado de California, Estados Unidos. Unos años antes, Ricardo había madurado lo suficiente como para ser padre, pero no encontraba a la mujer que le permitiera cumplir su máximo deseo. Comenzó a hacer averiguaciones y encontró la mejor opción en la tierra californiana. Se inscribió y esperó que dos mujeres lo eligieran como potencial padre: una aportaría su óvulo, la otra prestaría su vientre. El llamado llegó, y todo fue felicidad. Cuando Ricardo se enteró de que la gestación le había regalado mellizos, su alegría fue doble. El nacimiento de los niños se adelantó. Ricardo se encontraba en Buenos Aires cuando la mujer que alojaba a Feli y Martita rompió bolsa: se subió a un avión y llegó a tiempo para el parto, realizado por cesárea, al día siguiente. Papá Ricardo completó el proceso cortando el cordón umbilical de los niños. “Como cualquier padre, lo recuerdo como el día más feliz de mi vida, no habrá otro igual. Sentí que estaba empezando una nueva vida, que todo tenía un nuevo significado”, recuerda Ricardo. Una nueva vida comenzaba.

Mamaderas y pañales. Ricardo se transformó en padre y madre de las criaturas, con la potestad absoluta sobre ellos. Debido a que fueron prematuros, los bebés tuvieron que permanecer tres semanas en incubadora. Veinte días que lo tuvieron a Ricardo, en soledad, viviendo en la sala de neonatología del hospital, pendiente a cada minuto de la salud de sus hijos. Cuando todo estuvo bien, Ricardo y los bebés, los tres solitos, se trasladaron a Miami. “Fueron los seis meses más locos de mi vida. Estaba yo solo junto a mis hijos, sin niñera ni nada. Les daba de comer, les cambiaba los pañales, los hacía dormir… Ellos dormían, ¡pero yo nada! Cuando llegaba la noche y no se dormían, los cargaba en el auto y paseábamos por Miami, era la mejor forma de que les agarrara sueño”, recuerda Ricardo.

A los cuatro meses, viajaron a Buenos Aires para que Felipe y Marta conocieran a sus abuelos. “Mi mayor miedo en ese momento era que les pasara algo a los bebés. Me costaba dormir. No sé por qué, pero le tenía mucho temor a que sufrieran una muerte súbita. Una vez estaba en el living y escuché un ruido. Cuando fui a la cuna, Martita se había ahogado en su vómito y no podía respirar. Le hice respiración boca a boca, y después llamé al 911. Yo había hecho un curso de primeros auxilios, y gracias a Dios pude emplear lo que había aprendido. Cuando llegaron los médicos me felicitaron, le salvé la vida a mi hija”, cuenta Ricardo. Durante mucho tiempo, sus temores lo obligaron a dormir en la habitación de sus hijos.

Su vida, hoy. Los melli tienen seis años, duermen en la misma habitación y van al mismo colegio. Juntan figuritas, y en su cuarto tienen una mesita y sillas donde juegan a hacer dibujitos. Muchas veces, sus creaciones de fibra y lápices multicolores llegan a las paredes del cuarto. Los dos soles de Ricardo: Felipe, rubio y de ojos miel, es fanático de Boca y patea su pelota por cada rincón del departamento; Marta, de pelo castaño y ojos celestes, heredó el gen artístico de papá y sueña convertirse en bailarina. “Martita es igual a mí, caprichosa e histérica… Feli en cambio es más travieso, es un atorrante, un mini Jaimito”, cuenta Ricardo, sonriente.

Cuando pueden, papá y sus hijos se van a pasar unos días a la casa que tienen fuera de la ciudad: allí disfrutan del campo y navegan. Aunque no le gusta el fútbol –“sólo hincho por Argentina en los mundiales”, confiesa–, en el verde de su quinta, Fort –que simpatiza con Boca- se anima a patear unos tiritos a pedido de su hijo. “Ricardo es un padre increíble, juega con los chicos, está siempre presente, ellos lo adoran”, aseguran los que lo conocen en la intimidad. Dos custodios armados acompañan a los chicos las 24 horas del día, y él jura que jamás se prestará a que fotografíen a los niños. “Con ellos no se jode”, aclara. Tres niñeras completan la inusual –pero feliz– familia. “Se habla de mi dinero, y ya me cansa eso… En realidad, lo único que me hace sentir verdaderamente afortunado son mis hijos, son el orgullo de mi vida”, dice Ricardo. La música no suena, no hay reloj ni botas lujosas para mostrar, el rating no existe: habla papá Fort.

Nicolás Coppa. Fotos: Carlos González.

Fuente: MDZ Online y Paparazzi

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